sábado, 4 de julio de 2009

ESTADOS UNIDOS. INFORME AL COMITÉ NACIONAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE LOS ESTADOS UNIDOS

Por: Sam Webb, Dirigente Nacional de PC de EEUU, Presentado en Reporte al Comité Nacional, 10 de Noviembre de 2008 


Camaradas, Bienvenidos a esta sesión del Comité Nacional. 



Estoy seguro no es necesario enfatizar la importancia de este encuentro, que se lleva a cabo en vísperas de una elección que podría transformar la política de los Estados Unidos y del mundo por años en el futuro. Una pregunta fundamental que el Comité Nacional deberá considerar es la siguiente: ¿Estamos entrando en una nueva etapa en la lucha de nuestro país, en la cual la convergencia e interacción de sucesos políticos, movimientos y procesos, a corto y mediano plazo, contienen la posibilidad de colocar la lucha de clases en una trayectoria nueva? Para expresarlo en términos más populares, ¿Acaso nos encontramos en una transición de una etapa de la lucha a otra?



 ¿Estamos moviéndonos en una lucha contra la extrema derecha que ha dominado la política por más de un cuarto de siglo, a una etapa nueva en la cual el reto es el de frenar el poder total de las corporaciones en forma radical? La manera en que respondamos a esta pregunta---y debemos hacerlo en una forma colectiva y sobria—tendrá un gran impacto en lo que hacemos durante el próximo año y mas allá. Lo que yo pienso es: Sí, estamos en el comienzo de una nueva etapa de lucha que tiene el potencial de trasladar el balance de fuerzas, no en forma gradual sino en forma decisiva y permanente, a favor de la clase trabajadora y el pueblo. Cierto es que esto es un tanto potencial que realidad, pero sería un error no ver las posibilidades del momento. Aunque no queremos sobreestimar este proceso (y al hacerlo adelantarnos con demasiada rapidez en cuanto a la estratégica y la táctica), pero tampoco debemos subestimar las posibilidades. 



Esto sería un error fácil de cometer. Después de tantos años de luchas defensivas, un humor de expectativas bajas nos ha invadido, y ha sido difícil imaginar una situación en la cual el movimiento dirigido por el sector obrero ha establecido las condiciones, el horario y agenda de la lucha. Tras las elecciones de 2006, este humor ha empezado a desaparecer, pero no completamente. De hecho, desde entonces, en algunos sentidos este humor ha encontrado mas ánimo para nutrirlo desde entonces. A pesar del mandato de las elecciones de 2006, Bush no dio marcha atrás, de ninguna manera y ha aumentado el número de soldados en Irak, mientras que ha comenzado a amenazar a Irán con un ataque militar. Ha resistido con energía a todos los intentos de limitar su poder como presidente. 



Entre tanto, Bush se sienta con los brazos cruzados mientras que millones de personas enfrentan el peligro de perder sus hogares y empleos, y no hace nada en absoluto mientras que el pueblo afroamericano sigue siendo víictima de racismo brutal, y a los inmigrantes los acorralan como bestias. También usó su veto contra programas de seguro de salud para niños y defendió su nefasto secretario de justicia. Como si eso no fuera suficientemente perverso, la mayoría demócrata en el Congreso no ha podido cumplir completamente con sus promesas, causando aún mas dudas en cuanto a las posibilidades para cambios progresistas entre los escépticos, cínicos e izquierdistas en nuestro movimiento. No podemos simplemente descartar estas realidades severas. 



Tampoco podemos permitir que en sí sean lo que definen el carácter de este complejo momento político. Los comunistas, sin también mencionar al movimiento más amplio, deberemos detectar, en el matorral enredado de los sucesos diarios, las estructuras más grandes, y nutrir los nuevos brotes de lucha que contienen las posibilidades de reconstruir la política con una orientación progresista. Perdiendo ímpetu y potencia ¿Cuál es la naturaleza de este momento nuevo y transicional? El bloque derechista que ha dominado la vida de este país durante un cuarto de siglo al fin va perdiendo su potencia e ímpetu. Este bloque fue el agente principal de la contraofensiva por parte de la clase dominante que surgió de una serie de crisis y derrotas del imperialismo norteamericano en los años de la década del 1970. Si bien es cierto que ambos partidos grandes adoptaron esta postura, fueron los elementos más ultraderechistas que llegaron a dominar al partido Republicano y al gobierno federal, tomando el liderato del movimiento derechista y prestando a esta contraofensiva un carácter especialmente reaccionario y autoritario. 



Si la elección de Ronald Reagan en 1980 señaló la aceleración de esta contraofensiva, la ascendencia continua de la derecha durante las siguientes dos décadas mantuvo un feroz ataque reaccionario. Empleando el poder del estado con un alcance y una falta de escrúpulos rara vez vistos, la extrema derecha hizo una impresión profunda en la política, la economía y la cultura. El balance de poder universal se echó atrás a favor del capitalismo. Se restauraron las ganancias, la riqueza y el poder de las clases dominantes, y la capacidad institucionales y políticas del movimiento obrero y otras fuerzas democráticas se debilitaron. El antiguo modelo keynesiano del acumulación de capitales y control del poder obrero que tuvo su orígen en el “New Deal” (“nuevo trato”) y que dependía en cierto nivel del compromiso social y obligaciones sociales, dio lugar a un nuevo modelo de redes flexibles de producción a un nivel internacional, antisindicalista, desregulación de la economía, mano de obra barata, baja inflación, la reducción y privatización del sector publico y más dominio sobre el sector financiero. Finalmente, la economía mundial capitalista recuperó cierto momento, y el imperialismo norteamericano re-estableció su dominio mundial. También hubo consecuencias no intencionales de esta contraofensiva de la derecha. 



Nuevas contradicciones económicas, inestabilidad, y una súper inflación de los mercados de acciones hicieron olas de choque sobre la economía mundial. Desigualdades por ingreso, raza y género dentro y entre países y regiones fueron intensificadas en una forma extrema. Y el crecimiento robusto de la economía que se había prometido no apareció. Además, competiciones entre los poderes capitalistas con mas control sobre recursos (sobretodo el petróleo) y esferas de influencial (sobretodo en el Medio Oriente y el Asia Central) se intensificaron. Nuevos competidores económicos y nuevas configuraciones de poder regional surgieron en casi todos los continentes. China se desarrolló rápidamente como posible contrapeso a la hegemonía del imperialismo norteamericano. Y por todos lados se empezó a ver una resistencia amplia durante este periodo, en ningún lugar más que en América Latina. En el medio de esta situación desorientada apareció el último y más peligroso agente del extremismo derechista y militarista—la administración de George Bush. 



Con el uso de su bruto poder, empezó a imponer el órden y quitar todos los obstáculos a la hegemonía de un imperialismo sin par tanto adentro de este país como en el exterior. Pero después de casi ocho años, su bloque político se está desgastando y su nivel de apoyo popular ha caído al suelo. Su control sobre el Congreso se está erosionando. Y se ha estancado por completo su plan de reorganizar la política aquí y en el resto del mundo. En el proceso de descomposición de la administración de Bush, podemos oír al canto fúnebre de todo el proyecto derechista, y observar como se va debilitando el imperialismo estadounidense. Desde luego, esto no significa que la administración de Bush es un “tigre de papel” o que el imperialismo sea una fuerza agotada, o que el extremismo reaccionario ya va a desaparecer del escenario. No obstante, las amenazas repetidas por la administración en contra de Irán, tanto como el autoritarismo de su goberierno, deben tomarse muy seriamente. Los principales candidatos republicanos para la presidencia son clones de Bush y Reagan, y no hay ninguno más peligroso que Giuliani. Y el poderío militar y financiero del imperialismo sigue siendo formidable. 



La resistencia popular A pesar de haber sido sorprendido al principio, hasta durante el comienzo de la presidencia de Reagan, una movilización amplia guiada por el sector obrero empezó a resistir la ofensiva feroz de la derecha. Sus movilizaciones fueron variadas. La mayoría se caracterizaron por una actitud defensiva y reactiva. Hubo pocas victorias. El nivel de unidad no fue adecuado. Y el entendimiento por parte del pueblo de la verdadera naturaleza de la lucha era limitada. Pero en el transcurso de un cuarto de siglo, esta coalición suelta ha ganado experiencia. 



Han emergido nuevas formas y estructuras de unidad. Se ha ido profundizando la consciencia política que ha alcanzado a sectores amplios del pueblo estadounidense. El sector obrero ha emergido como un poder estabilizador, unificador y lúcido, de una manera no vista desde los días del CIO. Y casi todas las organizaciones y todos los movimientos iban reconstruyendo sus capacidades políticas y organizativas. Mientras que el sector central de estas fuerzas es la clase obrera, los oprimidos por su raza, las mujeres, la juventud, nuevos intérpretes sociales, sectores y movimientos entraron en la lucha, a veces en una forma dramática. Un ejemplo son los primeros actos del movimiento pro-paz en contra de la invasión de Irak, o, más recientemente, las enormes marchas de las comunidades inmigrantes y sus aliados. Con el pasaje de tiempo, esta coalición diversa ha ido integrándose más en el sentido político aunque no organizativo, enfocándose en un deseo común de derrotar en forma decisiva a la derecha. Pero no fue hasta las elecciones del año pasado que este deseo se convirtió en realidad. 



La victoria electoral no sólo transfirió el control de Congreso a los Demócratas, alentó al pueblo y estableció un contexto mas favorable para el movimiento popular. También señaló el comienzo de una nueva etapa en la lucha. Lucha entre lo antiguo y lo nuevo Por dondequiera vemos imágenes competidoras y realidades que reflejan el choque entre dos etapas de la lucha, una que se esfuerza para hacerse dominante y la otra que intenta mantener su posición dominante. En la etapa antigua, el dominio por medio de la fuerza fue el instrumento favorecido para la política exterior. En la nueva, ganan terreno la cooperación, el multilateralismo, la diplomacia y la resolución pacífica de los conflictos. En la etapa anterior, aquel gobierno que gobernaba menos era el gobierno que mejor gobernaba; en la nueva etapa, vemos al gobierno como administrador indispensable de la educación pública, de la seguridad de los jubilados, del cuidado de salud, de la vivienda y de la igualdad. 



En la etapa anterior, se consideraba que el mercado era el mejor regulador y distribuidor de riquezas; en la nueva etapa, el mercado funciona para mantener la ventaja de las grandes empresas, empeorar la desigualdad de ingresos, degradar el medio ambiente y tiende a sufrir fracasos frecuentes. En la etapa anterior, se consideraba que desigualdad de ingresos era una cosa buena y natural; en la nueva, los ricos pagan más de los impuestos, la compensación de los gerentes de los negocios es un ultraje y lo correcto es de pagar un salario justo. En la etapa anterior, el consenso de Washington dominaba la política de comercio y la consigna fue “globalizar”; en la nueva etapa, el consenso se está quebrantando y la globalización capitalista choca con una resistencia firme de todos rincones del mundo. En la época anterior, el modelo político y económico fue el neo-liberalismo, la doctrina y la práctica al nivel estatal y de las empresas cuyo propósito era de restaurar el poder clasista y las ganancias, quitar las reglamentaciones a los mercados, destruir al sector público, facilitar la internacionalización de capital, reducir el nivel de vida de las masas, erosionar a la solidaridad social y de las clases y reestructurar el papel y funcionamiento del estado. 



En la nueva se van montando muchos retos a aquel modelo, a pesar de que estos sean definidos imprecisamente. En la etapa anterior, la derecha movilizaba empleaba sentimientos popular racistas, machistas, anti-inmigrantes y homofóbicos. En la nueva, tales consignas son menos populares y se enfrentan con nueva resistencia, mejor ilustrada por la indignación masiva en contra de la injusticia racista en Jena, Luisiana. En la etapa anterior, Bill O’Reilly y Sean Hannity dominaban las noticias en televisión de cable; en la nueva, tienen fuertes opositores en la forma de Keith Olbermann, John Stewart, Tavis Smiley, Steven Colbert y Rosie O’Donnell. En la etapa anterior, las advertencias sobre los cambios del clima provocaron escepticismo, gracias a oposición organizada por la derecha. En la nueva, Al Gore gana el premio Nobel por su trabajo sobre el calentamiento global. En la etapa anterior, no había Internet, no había Move-on, ni otras fuentes noticieras progresistas; en la nueva, todas estas están desempeñando un papel de mayor importancia. 



En la etapa anterior la idea de una “agenda popular” fue un ejercicio en inutilidad; en la nueva, es asunto por el cual es posible luchar y ganar. En la etapa anterior, se argumentaba que cualquier candidato demócrata tenía que moverse a la derecha para ganar una ventaja con la base electoral; en la nueva, tales tácticas perjudican a los demócratas con el público. No es 1992 Mientras que es fácil señalar paralelos entre las elecciones que vienen y las del 1992, que trajeron Bill Clinton a la Casa Blanca, lo que se debe enfatizar son las diferencias. En aquel entonces, la ofensiva derechista y la doctrina neo-liberal no habían sido desplazadas. Mas de 50% de los votantes votaron o por George HW Bush o por Ross Perot. 



El sector laboral todavía se encontraba en el proceso de deshacerse de su herencia de la “Guerra Fría”. Las corrientes independientes y progresistas estaban mucho menos desarrolladas, inclusive dentro del partido Demócrata. Los movimientos latinos y pro derechos de los inmigrantes todavía no constituían una fuerza poderosa al nivel nacional. Y la experiencia de la vida y el entendimiento político de decenas de millones de gente no habían alcanzado el punto donde ahora se encuentran. 



Tal vez no es necesario mencionarlo, pero lo digo de todos modos: No estamos pasando de una etapa no revolucionaria a una revolucionaria. Según la descripción de Lenin, una etapa revolucionaria existe “cuando la antigua superestructura se ha quebrantado desde arriba hacia abajo, cuando acción política abierta por parte de las clases y masas que están creando una nueva superestructura para sí mismas, ha llegado al punto de ser un hecho cumplido” (Lenin, Dos tácticas de la social-democracia en la revolución democrática). Pero cabe decir que se está cruzando un río, hay un movimiento de un tamaño potencialmente enorme y profundo en sus etapas de formación principales. 



No es sorprendente que este proceso esté lleno de frustración y duda. Por su naturaleza, las transiciones combinan elementos del pasado con los del futuro. No son ni lisos ni pre- programados. La lógica y la historia son dos cosas distintas. Varias veces en la historia ha habido transiciones sociales prometedoras que no se han materializado como se esperaba o por sus propias deficiencias o por haber chocado con fuerzas reaccionarias poderosas, o (lo que es más probable), las dos cosas. 



Tales transiciones tampoco son el resultado inevitable de la intensificación de las contradicciones entre las fuerzas y relaciones de producción. La política los dirige y hay un elemento espontáneo también. A la vez, las contradicciones objetivas y procesos objetivos influencian mucho al escenario, el montaje, el guión, los actores y los resultados de los dramas reales del pueblo. Mientras que los movimientos de un carácter auténticamente masivo no pasan sin impulsos espontáneos, también es el caso que no pueden alcanzar a su máximo potencial sin el papel de liderato de la izquierda y las fuerzas progresistas. 



En los años 1930 y los 1960, por ejemplo, levantamientos masivos movieron las relaciones políticas, económicas e ideológicas en un rumbo progresista pues combinaron liderato con acción masiva y espontánea. Los movimientos en esos períodos de avance también aprovecharon totalmente de las divisiones en la clase dominante y las victorias aplastantes de los Demócratas. Elección 2008 No todas las luchas son igualmente significativas. Algunas se esfuman sin dejar rasgos en el paisaje político; otras vuelven a arreglan las cosas extensivamente. 



La derrota decisiva de los Republicanos el próximo año cae en el último grupo. Como las elecciones de 1936 y 1964, una victoria aplastante en 2008 cambiará el paisaje político y alentará mucho al movimiento popular/obrero y le dará mucha esperanza, estableciendo así las posibilidades de reformas progresistas y radicales. Es más, la derrota de la derecha debilitará no solo al sector más reaccionario de la clase capitalista, sino a toda la clase capitalista. De modo que estas elecciones no deben reducirse simplemente a una contienda entre republicanos y demócratas, o entre dos alas de la clase dominante—una reaccionaria, la otra más moderada y realista. Una posible victoria del partido demócrata ¿Acaso una victoria aplastante por parte de los Demócratas resolverá a todos los problemas? De ninguna manera, ¿Por qué pensaría alguien así? 



No obstante, permitiría que el movimiento popular bajo liderato laboral luche en un terreno mas favorable para avances inmediatos y para profundizar la nueva etapa de la lucha. Como no hay ningún camino al socialismo que evite la etapa anti-corporativa, no hay camino a la etapa anti-corporativa que no tome en cuenta las elecciones del 2008. Tal vez esta es una formula política demasiado rígida para algunos, pero creo que si hemos aprendido algo en el Siglo XX es que la lucha de clases atraviesa distintas fases y etapas, y que el movimiento se pone en peligro si no toma esto en cuenta estas fases. 



Permítanme cerrar esta sección con una cita de Lenin: “Un socialdemócrata jamás, ni por un momento, deberá olvidar que la lucha de clases del proletariado en contra de la burguesía y pequeña burguesía para el socialismo es inevitable. De eso no cabe duda. De aquí sigue lógicamente la necesidad absoluta de la existencia de un partido separado, independiente y estrictamente clasista de la socialdemocracia. De esto también sigue lógicamente el carácter provisional de nuestras tácticas de “atacar juntos” con la burguesía y el deber de vigilar cuidadosamente a nuestro “aliado” como si fuera un enemigo, etc. 



De todo esto, tampoco no cabe la más mínima duda. Pero sería absurdo y reaccionario inferir de esto que debemos olvidar, o no atender a aquellas tareas que, a pesar de ser provisionales o temporarias, son críticas en la actualidad. La lucha contra la autocracia es una tarea temporal y provisional de los socialistas, pero de no hacer caso a esta tarea, o no atenderla, sería el equivalente de una traición al socialismo y un servicio a la reacción” (Lenin, Dos tácticas de la social democracia en la revolución democrática). Un movimiento heterogéneo No debemos reaccionar mal al pensar que la coalición para derrotar a la derecha contenga fuerzas heterogenias. En ninguna etapa de la lucha existen luchas “puras”. Es mejor que la izquierda y el movimiento progresista aprendan esto inmediatamente. Cualquier movimiento masivo contiene varias tendencias. 



Un programa político en común no significa una perspectiva política singularmente única. De hecho, en coaliciones amplias de varias clases, las relaciones entre tendencias tendrán sus conflictos en el lado de la cooperación. Cada componente promoverá sus criterios e intentará dejar su impresión en la lucha en general, mientras que no haya una ruptura en la coalición más amplia. Y esta característica se nota aún cuanto más el movimiento vaya extendiendo su ámbito e influencia. ¿Acaso no hemos visto esto precisamente en el movimiento pro-paz? El mantener y el profundizar la unidad es tanto un arte como una ciencia, tal vez más arte. Sea como sea, es algo que todos nosotros en el movimiento tenemos que aprender dominar. 



Las elecciones que vienen nos darán un laboratorio práctico para perfeccionarnos en esto, pues consiste de una mezcla heterogénea de fuerzas políticas que están juntando para derrotar la derecha, y cada uno trae sus propios puntos de vista y recursos. Desde el punto de vista de los progresistas y la izquierda, el componente mas molestoso en esta mezcla es el partido Demócrata, que, como todos sabemos, en sí es un partido clasista de la burguesía. Es incapaz de actuar en una forma consecuentemente democrática. Inclina hacia reformas incompletas y paulatinas. No tiene el deseo de alentar las iniciativas independientes del pueblo ni desea pisotear a las ganancias del capital. 



No está opuesto a hacer concesiones al pueblo, pero quiere limitarlas. En 2008, el partido Demócrata intentará limitar la extensión tanto del debate político como la agenda política y también la influencia de las organizaciones de base en el proceso electoral. A la vez, es el único instrumento electoral que puede derrotar a la ultra derecha en esta coyuntura. Mientras que todos deseamos que hubiera otro partido, independiente y poderoso con suficiente liderato y apoyo de las fuerzas claves del movimiento popular, no existe, y tenemos que aceptar esta realidad por el momento. Así que, ¿Qué debe ser nuestra disposición hacia el partido Demócrata en las elecciones venideras? Por un lado, no debemos caer en la trampa de condenar con igual fuerza a ambos partidos, o de negarle apoyo a los candidatos demócratas excepto en los términos más raquíticos. 



Tampoco debemos actuar como si no importara quien gane. Por otro lado, no debemos titubear en criticar al Partido Demócrata y sus candidatos. Pero esto debe hacerse dentro del marco de nuestra tarea estratégica de derrotar a la derecha. Y debemos proseguir dándoles a aquellos candidatos el espacio político de moverse en un rumbo progresista. Francamente jamás he aceptado la idea que pregonan demasiadas personas de la izquierda que las personas en el partido Demócrata tienen ilusiones, y que un nuevo partido puede emerger solo si podemos desvanecer esas ilusiones. Ese modo de pensar sobresimplifica una cuestión muy compleja. ¿Quién va a dejar una huella? De modo que mientras que Lenin argumentaba en contra de la idea que “la revolución burguesa sea una revolución que le interese solo a la burguesía”, nosotros podemos argumentar que la derrota de la derecha el año entrante en las aulas de votación no solo le beneficie a los Demócratas y la clase capitalista, sino también al movimiento laboral/popular. 



De hecho, yo lo tomaría un paso mas adelante, y diría que una victoria decisiva ayudaría más a la clase obrera y al movimiento popular que a cualquier sector de la clase capitalista. Pero esto no responde a la pregunta: ¿de qué consiste una victoria decisiva? Una victoria decisiva cambiaría el balance de fuerzas en el Congreso y en el país de tal manera que el movimiento laboral/popular se encuentra en una posición para pasar a la ofensiva en 2009. Para que tal cosa suceda, hay que cumplir con tres condiciones: Primero, los demócratas tienen que ganar en forma aplastante al nivel de la presidencia y del Congreso. 



En segundo lugar, será especialmente importante aumentar el número de progresistas en el Congreso. En tercer lugar, y mas importante, el movimiento popular con el liderato laboral – no el Partido Demócrata, ni mucho mas la bolsa de valores – debe imponer su punto de vista en el proceso electoral. Sin duda, esto no será fácil por la razón que la clase obrera y sus aliados carecen de un partido político propio. Pero sería un error atroz llegar a la conclusión de esto que el movimiento laboral/popular no tiene espacio político ni palanca para tener un impacto impresionante claro en las elecciónes, sus resultados y lo que suceda después. Hay que participar directamente y con vigor 



Por consiguiente, la coalición popular dirigida por el sector laboral – y comunistas como una corriente dentro de esa coalición – debe participar con energía en todas las fases del proceso electoral. Tiene que dar sustancia al diálogo nacional. Debe ser un factor con mayor importancia en las primarias, con tal de elegir a los candidatos más progresistas. Tiene que contribuir a la formulación de la plataforma del Partido Demócrata y de sus candidatos. Debe alcanzar, inscribir y educar a votantes nuevos y a los que votan de sus casa. Tiene que exponer a la luz del día a las posiciones reaccionarias de los candidatos republicanos. Tiene que garantizar que el mayor número posible de votantes salgan a votar. Y después de la elección, tiene que definir para el pueblo lo que ha sido el mandato del electorado. 



Con proceder así, el movimiento se coloca en una posición para poder re-estructurar cualitativamente al terreno político en una forma ventajosa, y de tomar otro paso crítico en la transición a una nueva etapa de la lucha. En este momento, esto es lo esencial de la independencia política. Por supuesto algunos preguntarán ¿Esto no es subordinar el Partido y el movimiento al Partido Demócrata? ¿No es simplemente un caso de preferir lo malo del partido Demócrata a lo peor del Partido Republicano? Obviamente, yo no pienso así. Ambas nociones se aceptan solo hasta el punto en que las abstracciones políticas y “cuentos con moralejas” se aceptan como sustitutos para un entendimiento concreto de lo que se necesita para moverse de una etapa de la lucha a otra, de una época en que el pueblo se encuentra en la defensiva a una en la cual el pueblo pasa a la ofensiva. 



Una derrota aplastante de la derecha le dará al sector laboral y sus aliados más palanca e independencia que las que no han tenido por mucho tiempo. Y hay solo una manera de lograr eso: Siguiendo el camino estratégico y táctico mencionado arriba. Calibrando tácticas para adaptarse a la nueva etapa de la lucha Pienso que no es necesario mencionar que tenemos que calibrar de nuevo a nuestras tareas, tácticas, demandas e iniciativas. Mientras que debemos seguir ayudando y dando liderato al movimiento laboral-popular, tenemos que enfatizar más la tarea de proveer liderazgo y de ayudar a los nuevos brotes de la lucha. Vemos estos brotes en el hecho de que los trabajadores de Chrysler solo apoyaron el contrato entreguista por un margen reducido, a pesar de estar bajo una presión enorme de parte de Chrysler y el sindicato UAW. Vemos estos brotes en la respuesta amplia al caso de los 6 de Jena, y especialmente en la auto movilización de estudiantes afro norteamericanos que consideran que están siguiendo la tradición del movimiento pro derechos civiles. Vemos estos brotes nuevos en las luchas activas a favor de cuidado nacional de salud, y en el hecho de que la opinión popular mayoritaria ya se ha vuelto en contra de la guerra, y en las nuevas estructuras y fuerzas en la lucha pro paz. Vemos estos brotes también en la forma entusiasmada en que la gente reacciona al mensaje de Dennis Kucinich. 



A pesar de que Kucinich no va a ganar la nominación, esta respuesta popular significa que están listos para derrotar a la derecha y abrazar a las reformas radicales que desafían a las prerrogativas y prioridades de la derecha. Y vemos estos brotes en el entusiasmo que se fomenta por las próximas elecciones. Mientras que re equilibramos con entusiasmo al contexto (más que los métodos) de nuestro trabajo, no debemos abandonar, ni por un momento, nuestra participación en las luchas masivas, o abandonar a nuestra determinación para obrar dentro de los organismos principales de la clase trabajadora y sus aliados. No debemos, ni por un momento, abandonar terreno sobre lo correcto de tácticas amplias y flexibles, ni olvidarnos del imperativo de una unidad amplia entre centro e izquierda. No debemos encorralarnos en estructuras estrechamente izquierdistas o concentrarnos en la agitación y la propaganda. Más importante, debemos seguir buscando todo método posible en que podamos subrayar que la tarea principal y esencial es la de derrotar a la derecha en una forma decisiva en 2008. Una parte de esta “recalibración” debe ser buscar nuevas formas de hacer crecer a nuestro partido y al número de gente que lee nuestra prensa. En resumidas cuentas, no tenemos que cambiar todo, pero sí debemos pulirlo. Será un proceso, con una dimensión experimental. Como vamos progresando debemos hacer comparaciones de nuestras experiencias, pues no todos los problemas tienen soluciones que se pueden anticipar. Luchas inmediatas 



La lucha electoral en el ámbito electoral debe combinarse con luchas sobre asuntos inmediatos que están agitando a millones a ponerse en acción: en la lucha para defender y expandir los derechos de los inmigrantes, en la lucha para retirar todas las tropas de Irak y evitar un ataque a Irán, en las acciones, cada vez más crecientes, ateniente al calentamiento global, con iniciativas sobre el cuidado de salud tales como seguro de salud para niños, fondos para recetas de medicinas y el proyecto de ley HR 676 y en la lucha pro igualdad y en contra del racismo, del machismo y otras ideologías de divisionismo y represión. Encontrar una respuesta al deterioro de la condiciones económicas de la clase obrera es, también, de importancia particular. Cuando el valor de las viviendas empezó a desplomarse también afectando a los mercados financieros, el Banco Federal de Reserva hizo el crédito más alcanzable, pensando que esta medida restauraría la estabilidad financiera y aliviar la presión sobre la economía, a pesar de que ello no ayudaría a millones de personas que iban a perder sus casas. Pero queda cada vez mas claro que este cálculo adivinación fue erróneo. 



El empeoramiento de las condiciones económicas y financieras parecen estar extendiéndose sobre la economía domestica y global. En la década pasada, “burbujas” especulativas en la bolsa de valores y en el mercado de casas residenciales (cosas que pusieron una riqueza enorme en las manos de los consumidores, sobre todo los mas adinerados), niveles elevados de las deudas de los consumidores y el gobierno, gastos militares astronómicos, y el hecho de que otros gobiernos e inversionistas han estado dispuestos a retener cantidades masivas de seguridades gubernamentales y corporativas, han sostenido la economía. Pero cada uno de estos componentes se auto limita y no es sostenible a largo plazo. Lo peor es que el retraso económico ocurre en el contexto de una economía mundial que se caracteriza por la sobreproducción en mercados de utilidades que no puede superar completamente una crísis de ganancias y acumulación que empezó a mediados de los 70. 



Fue esta carencia de de ganancias, acumulación y crecimiento que el neoliberal en su atuendo de extrema derecha supuso curar. Pero los hechos no emparejaron con las promesas ideológicas, y no ha habido un regreso a un nivel robusto y sostenido de crecimiento económico, ni aumentos en el nivel de vida que fueron una característica de la economía norteamericana en las décadas inmediatamente después de la segunda guerra mundial. Lo que si hizo, no obstante, fue de causar la mayor transferencia de riquezas de la clase obrera a las capas mas altas de la clase capitalista, aumentar el déficit en todas ramas inclusive el gobierno, el comercio, los consumidores, etc.) y facilitar la transferencia del capital de un sector estancado y altamente competitivo de producción de mercancías al sector financiero. A la vez, el sector financiero ha crecido en una forma explosiva, convirtiéndose en el lugar principal de especulaciónes riesgosas y la acumulación de capital para empresas financieras y, a menudo, aquellas no financieras; además de reconstruir las relaciones dentro de la clase capitalista para dar mas ventaja al capital financiero e introducir un elemento nuevo de inestabilidad en la economía nacional y global. 



En cuanto la clase obrera: Los atropellos salvajes, sin precedentes en contra de sus normas de trabajo y vida representa una trayectoria económicamente feroz. Empleos (especialmente en fabricación): decenas de miles han sido destruidos, la economía de sueldos bajos se ha difundido a más sectores tanto nuevos como antiguos, se han cortado a los beneficios de jubilación y de seguro de salud y a veces los han eliminado, las ciudades se han convertido en desiertos. Decenas de millones de trabajadores experimentan un grado de inseguridad que jamás imaginaron que iban a experimentar durante sus vidas. Y para demasiados afro norteamericanos, latinoamericanos, indígenas norteamericanos, asiáticos e inmigrantes, mantener viva la esperanza para un mejor futuro resulta una cosa fútil. 



El racismo amplifica muchas veces a la crísis económica en estas comunidades e impide, más que nada, la unidad de las luchas populares. ¿Cuál es el resultado de todo esto? Cabe decir que las luchas económicas van a crecer e intensificar por mucho tiempo. Además, y lo digo por última vez, la derrota de la extrema derecha y la consolidación de una nueva etapa de lucha es esencial para empezar a resolver a estos profundos problemas económicos y sociales. Tenemos mucho que hacer. Pero tengo confianza de que el reporte de Joelle sobre las elecciones, y el debate que va a seguir este fin de semana, darán a nuestro partido las ideas y entusiasmo para avanzar en este momento critico. Muchas gracias!



Fuente: cpusa.org/Elgallorojo Revista Comunista Los Salias

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